La historia de la traducción jurada en España se remonta al siglo XVI durante la expansión del reino de España en el Nuevo Mundo. Los indígenas americanos hablaban entonces una disparidad de lenguas, lo que dificultaba la gestión de los virreinatos españoles. Por ello se elaboraron normas específicas para defender el derecho de las personas que no hablaban la lengua española, que acabarían desembocando en la aparición de la figura del intérprete jurado.